Artículo: ✨ Redescubrir el deseo después de la rutina
✨ Redescubrir el deseo después de la rutina
Hay una forma silenciosa de ausencia que puede infiltrarse incluso en las historias de amor más sólidas.
No es falta de cariño.
No es ni siquiera una verdadera distancia.
la sustracción gradual del deseo, como si el tiempo, las prioridades, los hijos, el trabajo y todo lo demás lo hubieran anestesiado.
Un día te miras al espejo y te preguntas: "¿Cuándo fue la última vez que me sentí deseable?"
Y aún más en profundidad: “¿Cuándo fue la última vez que me deseé a mí misma?”
Cuando te ocupas de todo. Pero no de ti.
Sucede a muchas mujeres.
Has puesto a la familia en primer lugar, te has convertido en madre, compañera, gerente de la vida cotidiana.
Cada gesto ha sido para alguien más. Cada energía dedicada a hacer que las cosas funcionen.
Y mientras afuera todo crece, dentro algo se apaga.
No del todo. No de manera irreversible. Pero como una vela que necesita un fósforo nuevo.
El deseo no desaparece.
Solo necesita ser despertado.
La lencería como chispa
A veces basta muy poco.
Un conjunto que no usabas desde hace tiempo.
Una textura que acaricia la piel.
Un color que reaviva tu mirada.
La lencería tiene este poder discreto pero muy poderoso: te recuerda que existes también como mujer, no solo como función.
No es vanidad.
cuidado.
intimidad contigo misma.
volver a conectar con tu cuerpo no porque deba servir, sino porque aún puede sorprender — incluso a ti.
No estás haciendo nada malo
Desear, despertarse, sentirse sexy, viva, audaz, no está en conflicto con la maternidad, con el trabajo, con el rol que desempeñas.
parte de ti. Siempre. Incluso si la has guardado cerrada en un cajón.
Descubrir el deseo no significa cambiarlo todo.
Significa recordarte a ti mismo.
También con un gesto sencillo, como ponerte algo que te haga sentir hermosa.
No para él.
No para "ese momento".
Pero para ti.
Tu cuerpo sigue siendo un lenguaje
E The Game Lingerie es uno de sus alfabetos.
Un modo para contarte de nuevo, para escuchar qué te hace latir el corazón, para jugar sin pedir permiso.
Porque la rutina no es el enemigo.
El verdadero enemigo es olvidarte de que dentro de esa rutina, todavía estás tú.
Y no has cambiado.
Solo necesitas sentirte — de nuevo.
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